... O qué hacer si te entran antojos de churros a las once de la noche :D
Pues sí, soy una gocha. Primero me dió a mí el antojo de churros con algo calentito, pero claro, no me iba a yo a poner a hacer churros a las diez de la noche recién llegada del curro, y menos si es sólo para mí...
De camino a casa con el Sr. Mayffins, empecé a decirle (como de costumbre) todas las cosas que me comería en ese momento, del hambre atroz que tenía y del frío que hacía, le dije que me apetecía unos churritos caseros. Pensé que se quedaría en eso, en un deseo, hasta que me esbozó una sonrisa y me dijo: ''¡Mmm! Chiii, ¡churros!''
Pues dicho y hecho. Fue llegar a casa, no sentarme ni un minuto y me dispuse a buscar la infalible receta que ya usé más de un domingo de invierno de Pilar de La Cocina de Lechuza. Es increíblemente fácil y rápido. Quizás para los que no dispongáis de churrera (como yo) os parezca poco manejable la masa si usáis una manga pastelera, pero en cuanto leáis el ligero cambio que he añadido, el hacer churros con la manga va a estar tirao'.
Os tengo que confesar que la primera vez que los hice no tenía la confianza de que fueran a salirme bien. De hecho, la tercera o cuarta vez que los hice tuve la mala suerte de que perdí mi boquilla rizada y lo hice con una boquilla redonda... ¡¡ERROR!! Los eché al fuego y la masa empezó a hincharse, a explotar y saltar aceite. Acabé tirando toda la masa y terminé en el sofá llorando... El Sr. Mayffins sabe perfectamente que lo mejor que puede hacer en estos casos es taparme con la manta en el sofá y mimarme (que no es poco... jiji).
Os lo juro. Estuve todo el invierno sin hacer churros, porque si hay algo que me sale mal, prefiero dejar cierto margen de tiempo hasta volver a hacerlo. No me quedó mas remedio que ir a la chocolatería a la que suelo ir desde hace tiempo con mi padre (ay, ¡cómo le quiero!) y pedirlos... Pero no era lo mismo. Porque la mayoría de veces que he tomado churros pecan de ser muy aceitosos y muchas veces poco crujientes.
Quizás sea el recuerdo que tengo de la antigua churrería que tenía al lado del colegio al que fui desde los tres años, y a la otra churrería que existía en mi antiguo barrio. Recuerdo a mi madre y a mi padre trayendo un sábado por la mañana una bolsa marrón aceitosa con churros y porras en su interior... Da igual que fuese invierno o verano. Tenía que tomarme obligatoriamente un Cola Cao bien caliente o un chocolate bien espesito, porque lo que había en esa bolsa hacía que mis sábados supieran a gloria... Y esa gloria la puedo recrear gracias a esta receta de Pilar, ¡muchísimas gracias!
¡Besos churrescos chocolatosos!